29.11.06

De las injustas multas

Capital del Reino, una tarde cualquiera de la última semana. Frente a un centro comercial, diversos coches esperan que el semáforo cambie a verde. En el interior de uno de estos vehículos, suena un móvil y el conductor, único ocupante, sin percatarse de la presencia aledaña de una pareja motorizada de municipales, contesta la llamada. ¡Te pillé!, debe pensar el agente que antes de que pasen dos segundos desde que sonó el timbrazo, ya está haciendo señas al infractor para que se aproxime a la cera, detenga el motor y muestre su documentación. Lo menos sesenta eurillos, y tres puntos en el debe de su permiso de conducción. Entre tanto, el otro agente, quien no se ha percatado de la infracción, continúa con la misma tarea que le mantenía ocupado cuando el semáforo se puso en colorado: Hablar por radio, supongo que con la central, reportando las últimas novedades.

Este suscribiente, ocupante de vehículo colindante, comienza a sentir creciente indignación solidaria. Si es peligroso y, por ello, sancionable usar el móvil estando al volante de un vehículo detenido en un semáforo, algo me dice que no es menor el riesgo si en lugar de móvil, se habla por radio, y no se conduce un automóvil sino una motocicleta. Pudiera ser que entre la diversidad de materias que aprenden los aspirantes a agentes de la autoridad en su periodo de formación, hubiera un determinado número de horas dedicadas a enseñarles cómo manejar cualquier tipo de vehículo mientras se habla por radio, teléfono, tam-tam o cualesquiera otra forma de comunicación. Pudiera ser, pero no me consta.

Pudiera ser, también, que la última normativa sobre tráfico excluyera explícitamente a los agentes de la autoridad del cumplimiento de las mismas. Pudiera, pero tampoco lo hace más que en el caso de que estén acudiendo a cumplir un servicio urgente, en cuyo caso están obligados ha hacer uso simultáneo de las señales luminosas y acústicas.

Sígueme creciendo la indignación y ganas me dan de llamar la atención del primero de los agentes, a fin de exigirle que proceda a entregarle la preceptiva papeleta e denuncia a su compañero, tan infractor, o más, como el conductor del vehículo al que se dispone a sancionar.

Mas, de pronto, antes de que pueda bajar la ventanilla, empieza a llenárseme la mente de dudas: ¿Están totalmente homologados esos chalecos que compre en el chino? ¿Después de burrubucientos kilómetros, conservarán impoluto los neumáticos su dibujo? ¿Funciona la luz de la matrícula? ¿Dónde coño está la caja de luces de repuesto? ¿Y el trepsodio de los mancuernos, pasó la última revisión?

Por fortuna, esta ola de pragmatismo se impone sobre la indignación creciente. Seré un insolidario, sí, pero, al menos, pude llegar a casa sin que me adjudicaran un racimo de papeles amarillos.

Nepión