25.7.06

De la molicie canicular y otras reflexiones poco importantes

Cosa, aparte de los calores, que nos trae el periodo estival es la molicie. Que no veo yo que sea tan capital pecado la cosa esa de la pereza, especialmente en estos tiempos en que la torridez del ambiente derrite hasta las entendederas. Concomíame a ratos la conciencia pensando en los lectores de aquestas páginas, a quienes desatiendo desde hace más que varios días sin otro motivo que el de hallarme aquejado de un contumaz ataque de galbana.
Si fuere leguleleyo podría alegar justificaciones diversas basándome en razones tales como la fatiga persistente, motivada en la falta de descanso nocturno o, incluso, la hiperactividad social propia del periodo de asueto; mas, siendo plenamente sincero, como si fuere de donde crece la palma, he de admitir que no es otra cosa que la pereza la que engendra el abandono.
Enarbolo pues la bandera blanca en petición de clemencia y presento a todas vuesas mercedes miles de disculpas y les dejo con un manojillo de reflexiones poco importantes.

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Cada vez que el verano se acerca los programadores televisivos se enzarzan en feroz competencia por ver quién consigue alejar de las pantallas al mayor número de potenciales espectadores. Con todo, cada vez que interrumpen una tanda de anuncios para incluir la promo de un nuevo programa confieso que me asalta el terror y me siento intimidado. ¿Podrían considerase amenazas esas promos y, por tanto, ser objeto de denuncia ante el juzgado pertinente?

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Hay dos tipos de mudanzas: La que se hace con la esperanza de no volver atrás, y la que se hace con la certeza de que jamás se podrán volver los pasos.

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Se ruega a quienes no son habituales practicantes de la consuetudinaria higiene diaria, se abstengan de imponer su presencia a los conciudadanos en espacios de reducido tamaño y/o escasa ventilación, como por ejemplo, ascensores. Vamos, que el guarro suba y baje andando, que sólo son dos pisos.

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Días atrás el diario El Mundo publicaba la siguiente e inexacta noticia:

Ángel Suquía se convierte en la primera persona enterrada en la Catedral de la Almudena


Uno que tiene una memoria fuera de lo normal, en tanto que es capaz de recordar algunos datos un tanto peculiares recordaba el nombre de otro que, años atrás, fuere inhumado en tan sacro recinto. Luego de cotejar fechas y datos y hemerotequear a ratos libres encuentra que

Chueca Goitia será enterrado en la catedral de la Almudena
(El País 1/11/2004 Edición impresa)

y concluye que, una de tres:

I.- Para el redactor de El Mundo, Chueca Goitia no debe ser considerado persona.

II.- Algunos redactores de El Mundo escriben “de oído”.

III.- La doctrina que mantiene que la “realidad nunca puede estropear un gran titular” ya no sólo está presente en las primeras páginas del mencionado diario sino que poco a poco va corrompiendo toda la paginación. Pedro José está creando una escuela muy peligrosa.

Nepión

6.7.06

De la catedral de Mejorada

Mejorada del Campo es una localidad cercana a la capital de las Españas poblada por unos 20.000 habitantes (varios millones, si aplicamos las fórmulas de conteo de la Consejería de Presidencia de la Comunidad de Madrid). De entre todos ellos, hay uno que ha alcanzado un cierto grado de popularidad gracias a la tarea a la que se viene dedicando durante las últimas cuatro décadas: la construcción de una catedral. Tarea ésta que podría entrar en la consideración de ejemplar de no ser por un nimio detalle: la edificación carece de proyecto técnico y, por ende, de cualquier tipo de permiso, licencia, autorización, certificado o cédula expedido por cualquiera de las posibles autoridades, competentes o incompetentes, en todo lo que se refiera a la edificación en suelo, urbano o no.

El catedralífice mejoreño no es hombre de grandes posibles, cuanto menos al saber de las grandes revistas especializadas en los ránquines de las mayores fortunas, y pese a ello, los costes de la construcción los abona de su propio peculio, por lo que no es arriesgado pensar que a la hora de comprar las argamasas, ladrillos y demás zarandajas con las que erigir su obra, anda mirando el eurillo para estirar los fondos lo más posible. Utiliza también, así lo declara él mismo, “tanto objetos de la vida diaria como materiales desechados por las constructoras y por una fábrica de ladrillos cercana”. Vamos, materiales de desecho.

Y a todo esto, las autoridades urbanísticas (municipales, autonómicas, nacionales o, incluso, internacionales) guardando mutismo. ¿Qué ocurriría, me asalta la duda, si al tal Justo en vez de una catedral, hubiéresele pasado por el magín la construcción de una macrodiscoteca? ¿o un chalete-palacio al estilo de las mansiones hollywoodianas que de cuando en vez aparecen en el Hola y demás prensa cardiaca?

Con toda probabilidad, los munícipes, hubieran desplegado una horda de agentes de la autoridad dando escolta a diversas cuadrillas de operarios pertrechados para la demolición inmediata en cumplimiento de las diversas leyes que a la construcción de edificios existen en el ordenamiento vigente, que las leyes se hacen para ser cumplidas, coñe, y al tomar posesión de sus cargos, los jerifaltes prestan juramento solemne de cumplirlas y hacerlas cumplir.
Entre tanto, la catedral mejoreña se ha convertido en atractivo para decenas de visitantes semanales. Uno se pregunta por la reacción de los jerifaltes si, un día -quiera el cielo que no ocurra-, la providencia deja de impedir que parte de las barbacanas, medianeras, contrafuertes o mampuestos caigan a tierra con la crujía repleta de curiosos. Todo serán jeremiadas y sollozos, mezcladas con acusaciones de imprudencias varias arrojadas sobre la memoria del catedralífice. Y las autoridades negligentes buscarán la reelección al amparo de la visita de los medios destacados a cubrir la posible tragedia. Seguro que abren una comisión para investigar el suceso.

Nepión