28.5.06

La mala educación

Sabido es que abomino de las multitudes. Años ha que los pies no me llevan a ningún espectáculo de masas, que soy usuario del transporte privado por las aglomeraciones que caracterizan los diferentes tipos que de público son. No solamente por las múltiples sonseras que en éstos pueden escucharse, ni por la magia de convertirme en guarro pasivo por mor de la poca higiene de algunos de los conviajeros. También me repele, y en sumo grado, la ola de zafiedad que nos invade.

¿Do quedaron las buenas formas? ¿do las maneras? ¿Qué fue de aquello que la abuela llamaba simplemente urbanidad?

Que no se trata de que hayamos de salir a la calle los varones cubiertos, o que al pedir el menú del día, pidamos que nos cambien el cubierto para atacar en plena ortodoxia unos filetillos del capitán Pescanova. Pero no es cosa tampoco que el macarra del ibiza tuneado que se para al lado en el semáforo inunde mi auditorio con el chunda de su bacalao.

Si una moza ha de parar un taxi, no precisa llevarse los dedos a los labios y proferir un pitido atronador. Baste con que levante levemente la mano, apenas doblando por el codo, y extender dos dedos para que el vehículo se detenga. Que pueda ser motivo de alegría que el equipo por el que uno comparte los sentimientos, alce la copa en triunfo después de largos años de espera. Mas no es ello causa que justifique el afán por trepar a las fuentes, vociferar en grupo o recorrer las calles a ritmo de bocina mal afinada.

Que una cosa es sentirse muy cool y vestir casual, y otra muy diferente taparse con andrajos desflecados, por muy de Custo que sean. Lo mismo que proclamar por las cuatro esquinas la tendencia sexual de cada quien. ¡Un comino lo que me importa! ¿Hágole yo partícipe de la densidad de mis heces matinales? Pues entonces métase su intimidad por la retambufla.
Años ha, en mi infancia, recuerdo una pertinaz campaña publicitaria. A fuer de ser sinceros, lo que recuerdo perfectamente era el eslogan de aquella campaña: “piense en los demás”. Se me oscurece la memoria al tratar de evocar qué entidad era la que firmaba esa campaña. Una lástima, porque vería de buen grado que por teles, radios o revistas la entidad que fuere tomara el lema como base desde la que poner freno a la ola de zafiedad que nos invade.

Nepión

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ciento uno por ciento de acuerdo en todo. La gente no distingue entre "campechano" y "chabacano" creyendo que lo segundo es sinónimo con lo primero. Y es que la educación no está de moda (y lo digo yo, que no la tengo). Lo de "piense en los demás" yo, sin dejar de apoyarlo, lo cambiaría por "piense". ¿Es mucho pedir? Puede.
P.D.: va rog frumos (o sea, por favor, en rumano) siga con esto del blog.
El Rumanoide.