Hace no más de un par de días, un conocido llamóme para contarme que uno de mis antiguos jefes salía en las noticias. Curioso. Que uno de mis antiguos jefes aparezca en algún medio informativo no debería ser hecho comentable. Siendo, como soy, juntaletras desde ha casi cinco lustros, lógico es que muchos de mis antiguos jefes salgan en los papeles. Al fin y a la postre, también los más de ellos se dedican a esto de contar las cosas que pasan.
Empezando por el letrado editor, a quien Dios y el juez de vigilancia penitenciaria guarden muchos años, hasta llegar a mi más reciente “adquisición” (uno al que, hasta sus propios amigos, apodan como “Gitano”, y del que lo mejor que puede decirse es que no tiene ni una mala palabra ni una buena acción) han sido variados y diversos los prebostes de parecida guisa.
Hube de trabajar una breve temporada para un, ya entonces, exbanquero acuciado por la fiscalía, que pretendió publicar una revista con la que limpiar su nombre. De nada le valió y hoy continúa restando días, semanas y meses de los 14 años que aún le quedan de condena. Otro de mis gerifaltes fue conocido en su mocedad como el “Nazi macarra”, remoquete que le pusieron meses antes de ser detenido en el 79 por un asalto a la facultad de Derecho de
En uno de mis periplos laborales extramadrileños caí en las redes de un bribón jaenero que intentaba la extorsión a cambio de silenciar inexistentes escándalos financieros en las instituciones jienenses. Ignoraba el fullero, que para que un escándalo adquiera tal condición, no basta sólo con que sea publicado, alguien tendría que leerlo; condición que no se daba en el panfleto publicado.
Largo tiempo anduve también como subalterno de uno que contaba de sus correrías como corresponsal en la guerra irano-iraquí de los 80. Uno de los corresponsales más atípicos con los que topé en mi camino pues, luego de varias semanas de hemerotecas, no pude encontrar una sola de sus crónicas para la revista de la que “fue” enviado especial. Tiempo después supe que nunca estuvo en esa guerra. Ni en ninguna otra.
Largo elenco, al que aún podrían agregarse una retahíla de personajillos y concejales y que, tras contemplar desde una perspectiva histórica, uno no puede evitar el remedo a Romanones y exclamar: ¡Joder, qué tropa!
No hay comentarios:
Publicar un comentario