Vivo en un país lleno de contradicciones. Que no digo yo que eso sea malo. Es lo que es. Por ejemplo, tenemos la Guardia Civil. Un cuerpo de seguridad que, como su propio nombre indica, es plenamente militar. Que no es que sea mejor o peor. No sólo no lo sé, sino que además lo ignoro por completo. Pero es contradictorio en su denominación.
Que el otrora director de los servicios deformantes de la televisión pública estatal intente convencernos que puede convertirse en cómico, no sólo es contradictorio. Cuando se le ve intentarlo, resulta patético.
Que los jerifaltazgos de las diferentes televisiones que en España son decidieran, no hace demasiados meses suscribir de común acuerdo un íbidem para la protección de la infancia a fin de impedir que los impúberes presencien escenas que puedan resultar lesivas para su formación y/o desarrollo, es mucho más que contradictorio. Es una sarta de palabrería que se vacía de contenidos con sólo encender el receptor televisivo. Sea la hora que sea.
Que la calma entre los grandes partidos políticos sólo se consiga cuando los tenedores de la espada de Damocles anuncian su intención de suspender las acciones violentas, mientras que cuando éstos mataban inocentes, los insultos volaban de escaño a escaño, es bastante contradictorio. Es más. Es causa y motivo de vergüenza y sonrojo.
Que la titular de la cartera de Cultura no sepa distinguir los latinajos de los dibujos animados, es contradictorio, aunque también una triste muestra de lo mal encaminados que han ido marchando los planes educativos de los últimos lustros.
Que las tropentaitantas televisiones de nuestra España plural renieguen de la emisión de los premiosanuales de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión es tan contradictorio como si, un suponer, miembros del Seprona dedicaran sus esfuerzos a la quema indiscriminada de los montes. Aunque puede que esto también haya ocurrido en un pretérito no muy lejano.
No es menos contradictorio que pretencioso que los profesionales que se dedican a la cosa del entretenimiento desde la tele, decidieran bautizar su organización profesional con el mencionado en el parágrafo anterior.
¿A quién le puede extrañar, por tanto, que la alcaldesa de la capital de la Costa del Sol vaya a pasarse los próximos meses a la sombra? Lo extraño y contradictorio es que no lo hicieran sus antecesores.
Que el otrora director de los servicios deformantes de la televisión pública estatal intente convencernos que puede convertirse en cómico, no sólo es contradictorio. Cuando se le ve intentarlo, resulta patético.
Que los jerifaltazgos de las diferentes televisiones que en España son decidieran, no hace demasiados meses suscribir de común acuerdo un íbidem para la protección de la infancia a fin de impedir que los impúberes presencien escenas que puedan resultar lesivas para su formación y/o desarrollo, es mucho más que contradictorio. Es una sarta de palabrería que se vacía de contenidos con sólo encender el receptor televisivo. Sea la hora que sea.
Que la calma entre los grandes partidos políticos sólo se consiga cuando los tenedores de la espada de Damocles anuncian su intención de suspender las acciones violentas, mientras que cuando éstos mataban inocentes, los insultos volaban de escaño a escaño, es bastante contradictorio. Es más. Es causa y motivo de vergüenza y sonrojo.
Que la titular de la cartera de Cultura no sepa distinguir los latinajos de los dibujos animados, es contradictorio, aunque también una triste muestra de lo mal encaminados que han ido marchando los planes educativos de los últimos lustros.
Que las tropentaitantas televisiones de nuestra España plural renieguen de la emisión de los premiosanuales de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión es tan contradictorio como si, un suponer, miembros del Seprona dedicaran sus esfuerzos a la quema indiscriminada de los montes. Aunque puede que esto también haya ocurrido en un pretérito no muy lejano.
No es menos contradictorio que pretencioso que los profesionales que se dedican a la cosa del entretenimiento desde la tele, decidieran bautizar su organización profesional con el mencionado en el parágrafo anterior.
¿A quién le puede extrañar, por tanto, que la alcaldesa de la capital de la Costa del Sol vaya a pasarse los próximos meses a la sombra? Lo extraño y contradictorio es que no lo hicieran sus antecesores.
Nepión
1 comentario:
La busqueda de la coherencia, ese afán imposible... Genial. Y como dijeron ayer los del Tomate: Raquel Mosquera, la mejor madre de aquí a Nigeria...
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