Por cuya sea la razón, que me es ignota, mi vejiga no acostumbra a soportar grandes volúmenes de líquido. Por este motivo, a lo largo de un día cualquiera, he de encaminar mis pasos, con velocidad variable, hacia un sin fin de urinarios públicos. Con esto de ser varón y adoptar de genérico una posición erguida para evacuar las aguas menores, este servidor puede, y de facto lo hace, miccionar en casi cualquiera parte, sobreponiéndose a las altas concentraciones de mugre diversa en las que se encuentran buena parte de los urinarios públicos que en la patria son. Que uno los use no quiere decir necesariamente que acepte sus condiciones. Los retretes, en este aspecto, son como las licencias de uso de sofguar: “La instalación de este programa implica la aceptación de los terminos de esta licencia”. Deberían colocar un cartel en la puerta del excusado: “El uso de este servicio indica que el usuario tolera el nivel de porquería que hallará en el interior del cubículo”.
Pero insisto, mi condición de bípedo masculino me ayuda, las más de las veces, a liberar la presión de la vejiga sin atender demasiado a las condiciones higiénico-sanitarias del entorno en uso. Aun así, mi tolerancia y uso frecuente, no implica que refrene las fobias diversas que en mi provoca el estado general de los urinarios situados en lugares de acceso público. Y son bastantes.
Odio, y mucho, por ejemplo, los indicativos ambiguos; esos dibujillos ante los que tienes que detenerte unos segundos (que, en ocasiones, pueden ser preciosos), intentando discernir si uno debe equipararse a, por ejemplo, un arbol o una flor. ¿Fácil? Sí, pero si el árbol es una acacia y la flor, un clavel, ¿sigue siendo fácil?
Pero insisto, mi condición de bípedo masculino me ayuda, las más de las veces, a liberar la presión de la vejiga sin atender demasiado a las condiciones higiénico-sanitarias del entorno en uso. Aun así, mi tolerancia y uso frecuente, no implica que refrene las fobias diversas que en mi provoca el estado general de los urinarios situados en lugares de acceso público. Y son bastantes.
Odio, y mucho, por ejemplo, los indicativos ambiguos; esos dibujillos ante los que tienes que detenerte unos segundos (que, en ocasiones, pueden ser preciosos), intentando discernir si uno debe equipararse a, por ejemplo, un arbol o una flor. ¿Fácil? Sí, pero si el árbol es una acacia y la flor, un clavel, ¿sigue siendo fácil?
Traspasar el umbral supone adentrarse en el palacio de los miedos. Consultado un tratado de patologías psiquicas, descubro que, al otro lado del umbral del servicio, me aquejan no menos de 20 fobias diferentes: Virginitifobia, carofobia, tasofobia, olfactofobia, claustrofobia, patofobia, hapofobia, escatofobia, basofobia, emetofobia, bacilofobia, cipridofobia, escoptofobia, dermatopatofobia, eisoptrofobia, higrofobia, parasitofobia, sifilofobia, urofobia, hipopotomonstrosesquipedaliofobia y algunas más.
Decididamente tengo que hacerme mirar los miedos.
O salir de casa con el pis hecho. Una de dos
Decididamente tengo que hacerme mirar los miedos.
O salir de casa con el pis hecho. Una de dos
6 comentarios:
Yo sufro de aracnofobia.
Y yo, de esto...Cropostasofobia
A mí me toco la peor fobia...Fobofobia
Hay un tonto suelto que, ni sabe leer, ni se identifica.
Bien por usted que mea de parado, a ver si la próxima vez se pone en el lugar de la mujer y escribe sobre eso...... eso si que es un verdadero problema!
y que raro que no sea coprofagofobico!
Estoy sorprendida de lo recurrente que es el tema de la meada en los blogs masculinos. Este es como el 5to que encuentro - creáme, no le resto originalidad, su enfoque es muy bueno. Generalmente, es un tema muy divertido. Y sí, yo siempre meo antes de salir...
Quiero el ukelele si lo rifan. Je.
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