27.12.05

Propósitos

Por estas fechas, todos los años desde hace lustros, buena parte de la humanidad comienza a preparar las promesas que se harán en la cena del día de San Silvestre. Cierto es, admitámoslo, que las más de las ocasiones, llegando San Blas, todas las promisiones se han olvidado como paraguas solitario en autobús camino de las cocheras. Parece obligatorio, empero, comenzar el nuevo año cargado de buenos y nuevos propósitos que mejoren nuestra vida. Como si la vida propia pudiera cambiarse de birlibirloque con la mezcla hechizada de tañidos y agracejos.

Desde el “tengo que estudiar más” (que con el tiempo tornará en un “tengo más que estudiar” que ni es lo mismo ni da igual) con el que los infantes en primeras campanadas con brindis prometen hacia sus adentros, hasta el “prometo perder estos 6 kilos” de quienes han ido sustituyendo los pocos años por experiencias varias, cada espectador del cambio de año se entrega al sacrosanto ritual de proponerse las más complejas tareas para cumplir a lo largo del año venidero. Desde el sempiterno, “dejo el tabaco”, al “habría que visitar más a menudo a tía Fulgencia”, pasando por el “este año ahorramos un poco”, pocos mortales hay que no musiten, entre trago y trago de espumoso, el deseo de mejorar la propia existencia.

Que no es que cada quien ande disgustado con su existencia, mucho menos. Ni que el “Camino de perfección” que escribiera la santa de Ávila encabece cada fin de año la lista de superventas. Es más que al llegar tan señalada fecha, imbuidos de tanto mensaje subliminal de los días pasados (paz a los hombres…, felices Pascuas, y cosas similares), comienza la conciencia a reconcomer cual si al Pepito Grillo de cada quien le crecieran los incisivos a modo de Bugs Bunny. Con tan constante comecome en los desvanes del pensamiento, raro es que uno no se crea causante de buena parte de los males que aquejan a la Humanidad en genérico: cambio climático, crispación política, violencia conyugal, explotación infantil, propagación de enfermedades mortales…. Que no digo yo que cada cual no tengamos un ápice de responsabilidad en tales cuestiones, (si no por obra directa, por la omisión de acción en contra), pero la promesa de corretear 15 minutos diarios a partir del próximo lunes no va a impedir que centenas de niños tengan que ir cada día a devanar capullos de seda para fabricar bolsos para las tiendas de la Quinta Avenida, de la Rue St. Honoré, o de Oxford Street. Que no está al alcance de nuestras manos lo de hacer un mundo más justo. O que sí lo está, pero no ha de hacerse todo necesariamente a partir del uno de enero.

Será que me estoy quedando sin conciencia, pero al cielo pongo por testigo que desde cuanto menos un lustro, este servidor tan sólo hace un propósito para el nuevo año. Y doy fe que desde entonces, lo llevo cumplido a rajatabla: No pienso hacer propósitos de Año Nuevo.
Nepión

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola! Quería preguntarte como ha acabado mi dirección en tu lista de correos, porque no sé si te conozco y, si no es así, me parece fatal que spamees mi e-mail para conseguir más visitas. Yo no me he suscrito, de eso estoy segura. Ni siquiera veo donde podría haberlo hecho puesto que no hay donde en tu página.

Feliz Navidad y permíteme un consejo, deja de mandar emails indiscriminadamente pues probablemente la gente se puede molestar y no visitarte precisamente por eso.

Carla dijo...

Soy la escritora de "la vida en diferido" y tambien recibo tus emails. Chico, que leo tu blog sin que me avises!!

Monin dijo...

Lo cierto es que los propósitos de año nuevo los hago todos los días, y trato de cumplirlos, pero no específicamente en año nuevo...

Saludos desde Chile!!

P.S.: Quizá deberías hacer caso de lo que dicen las chicas que comentaron antes, yo también leo tu blog sin que me envíes el correo!!

Anónimo dijo...

Leo tu blog, pero decirme ¿De donde sacaste mi direccion?
Saludos y feliz año.