Reconócelo, hermoso. Siempre has dicho que las mujeres tenemos una negación especial para la tecnología y, quieras que no, las casas modernas son cada día más y más tecnológicas. La lavadora, sin ir más lejos, ¿cuántos programas tiene? Que si el de ropa delicada, que si el de ropa extrasucia, que si el de ahorro de agua... ¿Y la cocina? Termoinducción para ahorrar energía y no sé cuantas cosas más. Hay una nevera que hasta se puede conectar a Internet para hacer el pedido de la semana. ¿Y te crees que me voy a leer todas esas instrucciones? Os lo habéis buscado. Con tanto complicarnos la vida con aparatitos que tienen un manual de instrucciones que parece la Espasa y, luego, con eso de andarle contando a los amigos que si las mujeres no entendemos las nuevas tecnologías... Pues eso, que ya no podemos ser nosotras las que nos hagamos cargo de la casa.
A ver. Por la mañana, salimos al mismo tiempo. Volvemos igual de tarde después de haber trabajado las mismas horas. La única diferencia está en el sueldo. Ganamos lo mismo, aunque para ello, yo tenga que sumar un trienio más que tú. No entiendo entonces que tenga que ser yo la que se preocupe de si hay suficiente verdura en la nevera, si hay que guardar la ropa de invierno, o si Jhonatan ha terminado los deberes. Bastante tuve yo con pasar las que pasé para traer a Jhonatan al mundo, mientras que tú te ibas a repartir puros a los camareros de media ciudad. “He tenido un hijo” gritabas y se te llenaba la boca como si hubieras hecho algo más que estorbar en el paritorio.
Ten en cuenta, que como lo del parto va a seguir siendo cosa mía, caso de que queramos intentar tener una Jessica, yo voy a seguir teniendo mi baja por maternidad. Y será una baja de verdad, que no sé por qué cuernos, cuando Jhonatan, no podía trabajar en la oficina y sí podía estar todo el santo día llevando la casa. Ha llegado el momento de que demuestres lo que vales.
Eso sí. Si te crees que voy a ser yo la que se pase el resto de su vida con un trapo en la mano al volver del trabajo, entonces, bonito, te puedes ir olvidando del polvo. Y, por lo tanto, de Jessica.
A ver. Por la mañana, salimos al mismo tiempo. Volvemos igual de tarde después de haber trabajado las mismas horas. La única diferencia está en el sueldo. Ganamos lo mismo, aunque para ello, yo tenga que sumar un trienio más que tú. No entiendo entonces que tenga que ser yo la que se preocupe de si hay suficiente verdura en la nevera, si hay que guardar la ropa de invierno, o si Jhonatan ha terminado los deberes. Bastante tuve yo con pasar las que pasé para traer a Jhonatan al mundo, mientras que tú te ibas a repartir puros a los camareros de media ciudad. “He tenido un hijo” gritabas y se te llenaba la boca como si hubieras hecho algo más que estorbar en el paritorio.
Ten en cuenta, que como lo del parto va a seguir siendo cosa mía, caso de que queramos intentar tener una Jessica, yo voy a seguir teniendo mi baja por maternidad. Y será una baja de verdad, que no sé por qué cuernos, cuando Jhonatan, no podía trabajar en la oficina y sí podía estar todo el santo día llevando la casa. Ha llegado el momento de que demuestres lo que vales.
Eso sí. Si te crees que voy a ser yo la que se pase el resto de su vida con un trapo en la mano al volver del trabajo, entonces, bonito, te puedes ir olvidando del polvo. Y, por lo tanto, de Jessica.
Adelaida del Campo
1 comentario:
jajajaj, sigo disfrutando...
¿En algún "post" nos desvelarás quién eres o eso no tendría gracia?
Saludos
Sofia
Cultura Y Libertad
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