23.2.06

De los huevos

Mis conocimientos sobre la ciencia económica son parejos al nivel con que domino el idioma vanuatés: nulos. Sácandome de la ley de oferta y demanda, reconozco que me pierdo entre el marasmo de siglas y tecnicismos propios de los diarios color salmón. Puestos a desconocer, incluso, ignoro por qué ese color levemente anaranjado ha de ser típico de la cosa monetaria. Empero, mi supino desconocimiento no quiere decir que de cuando en vez, no deje caer la mirada sobre las páginas de información económica de los diferentes periódicos que llegan a mis manos, poniéndome a leer pacienzudamente los análisis de la jornada bursátil, de la misma forma que en ocasiones también paseo la mirada por los horóscopos sin creer en sus predicciones (espero que Anaïs no me esté leyendo).

Nadie se crea que con mi actitud vigilo el devenir de mis inversiones, que para cuidar de mis dineros me basta con una mirada a la librería y comprobar que el cerdito sigue en el segundo estante.
Paseando por entre las informaciones económicas, descubro estuporado que la cotización de Pescanova se dispara en los parqués (que no se diga que no domino el lenguaje especializado) por culpa de la gripe de los pollos. Vamos, que los miedos a que pueda llegar un pollo constipado al mercado de abastos no sólo asusta a los paganos de la cesta de la compra, sino que ese miedo salta hasta los íbidem de valores. Si los simples rumores hacen variar de esa forma las cotizaciones, no me extrañaría que dentro de unos días, y alentados por los inversores en vacuno, ovino o porcino, comenzaran a aparecer presuntos casos de intoxicación por anisakis.
No me extraña que al personal se le muten los huevos de sitio, cuando desde las más altas cumbres sanitarias se recomienda “no consumirlos por precaución”. Los huevos. ¡Manda idem! Y esta que así habla era una de las que se escandalizaba cuando Villalobos recomendaba no poner huesos en el caldo porque algunas vacas se habían vuelto locas, por las consecuencias que las palabras de la entonces ministra pudieran tener (y tuvieron) sobre el consumo de carne de vacuno.
Que, sin que hasta la fecha (que sepamos) un solo pájaro, aborigen o foráneo, haya estornudado una sola vez en el suelo patrio (ni en el espacio aéreo), la ministra de la Cosa Saludable recomiende una moratoria en el consumo de los huevos solo puede significar dos cosas: O que por los controles dependientes de su departamento van a pasar los pollos enfermos sin que los inspectores sanitarios hagan el menor análisis; o que la Señora ministra tiene un especial interes en mandar al garete a la industria avícola nacional.En poco tiempo auguro una masiva manifestación de afectados de los huevos, lanzándole los mismísimos sobre la fachada del ministerio. Y no creo que les faltare razón. Ni huevos.
Nepión

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