A fuer de ser eufemístico, podríase decir que el mundo islámico anda algo soliviantado. Y los soliviantos del mundo islámico, por las causas que sean, terminan por afectarnos a quienes no esperamos pasar la vida eterna en el jannat al-na’im (el jardín de las delicias, poco más o menos).
Unas veces porque votan. Y en los sitios en los que se vota de verdad, se tiene la posiblidad de votar por cualquier cosa y, por tanto, que esa cualquier cosa que se vota, salga elegida. Tampoco hace falta ser islámico para escoger la opción menos adecuada en cada momento. Una sencilla mirada a la historia reciente de nuestro entorno nos mostrará muchos ejemplos de lo inadecuado que fueron nuestros votos cuando, gracias a ellos, determinados personajes y personajillos alcanzaron concejalías, alcaldías o diputadías continentales.
Otras veces porque no votan, y los mandamases locales, en abuso interpretativo de las suras coránicas hacen rodar cabezas (literalmente) por un quitame allá esas ideas subversivas, o pasan por la piedra (también literalmente) a una desposada, sólo por haberse buscado solaz lejos del tálamo, las más de las veces con el consentimiento aquiescente de los mal llamados Estados desarrollados. Que tampoco hace falta ser islámico para que los mandamases autócratas decapiten a sus conciudadanos por pensar en forma diferente, o simplemente los achicharren a base de voltios por algo que hicieron una buena purrela de años atrás.
Otras veces el solivianto viene por retraso cultural y económico de los pueblos, las más; pero otras, el solivianto se hace patente cuando, con la excusa de avanzar en lo tecnológico, los prebostes pretenden hacerse con formas de matar más (gente) en menos (tiempo). A veces, porque los que pretenden eliminar a los que matan, terminan por matar a los que por no eliminar, no eliminan ni sus parásitos. En ocasiones, porque buscando eliminar tan solo a uno, bien con barba o bien con bigote, se siembra un pais completo con Tomahawks, Abrahams, Humvees, Blackhawks, Patriots y demás parafernalia militar sin importar los “daños colaterales” que pueda producir la siembra. Sin pensar siquiera que esa siembra, con el tiempo, ha de traer necesariamente su cosecha explosiva correspondiente.
Hay veces incluso, en las que el solivianto viene por cosa tan nimia como un par de dibujos en un periódico y otro periódico. Uno de ellos, además, a decir de quienes entienden noruego, “ideológicamente cercano al fundamentalismo cristiano”. Cosas nimias, sí, pero que le terminan por costar el puesto al director de un tercer periódico (supongo que por sobrecarga, pero la página no termina de cargar, quizá dentro de un tiempo escribiendo http://francesoir.quotidiano.net/ en la barra de arriba), por culpa de un editor más preocupado por sus ingresos que por los derechos de quienes le facilitan esos ingresos. Desde la osadía que dá el desconocimiento, y sin quererle quitar el sitio por ello a Belén Estebán, creo que a una parte del mundo islámico, le falta sentido del humor. Aunque esta carencia tampoco es patrimonio exclusivo del Islam, también en el mundo tradionalmente cristiano falta ese sentido. Aunque hay excepciones: ¡Por Dios!
Nepión
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