7.11.05

Diarios del paro VI

Una ETT

Hoy tuve una entrevista de currelo. En honor a la verdad he de decir que fui convocado a una entrevista de laboreo, si bien es cierto que la entrevista no ha llegado a producirse. Hace unos días, interné mediante, ví una oferta medianamente interesante. Nada del otro mundo, un sueldo justito a cambio de todo el trabajo posible, como casi todas. Pulsé la tecla “enviar curriculum” y en nanosegundos ya figuraba como candidato inscrito en la oferta. Exactamente igual que habían hecho los otros tropetecientos chiquienta y cuatro candidatos que me habían precedido. Exactamente igual que habia hecho yo mismo con otras sobetecientas tropenta y siete ofertas anteriormente. Al día siguiente (esta era la novedad), recibía una llamada diciéndome que les había gustado mi curriculum (no es porque esté yo delante pero, la verdad, es que me ha quedado muy mono) y concertamos una entrevista para la mañana de hoy. Asi que de buena mañana me he armado de paciencia y, luego de recordar hasta la séptima generación de antecesores de Gallardonofis I, eme treinta mediante, he llegado a la calle Antonio de Leyva (sí, con “de” en medio, así al menos figura en las placas de la calle). He pregutado por la señorita que me había citado y una falsamente amable recepcionista me ha entregado un impreso verde pidiéndome que lo rellenara puesto que “la señorita Diaz estaba ocupada”, mientras me señalaba un despacho. Mentira, he pensado para mi. La gran desventaja de los despachos totalmente acristalados es que uno no se puede poner a jugar al buscaminas y decir que está reunido. Sobre todo si la pantalla del ordenador está colocada frente a la cristalera, como lo está la pantalla del ordenador de la señorita Díaz. He comenzado a rrellenar la ficha y entre los datos que pedían, había que rellenar apenas cinco lúineas de experiencia profesional. Si este servidor, aunque no es muy dado a ello, puede presumir de algo, es precisamente de experiencia profesional. De lo más variada. Asi que con cinco líneas cortitas, apenas puede apuntar las cinco últimas empresas para las que ha trabajado. Es decir, apenas los últimos dieciocho meses de vida laboral, poco más o menos. Ganas son de duplicar el trabajo, puñeta, si ya tienen mi curriculum en mi inscripción internética, y además, les traigo en papel no solo uno, sino DOS curricilos, DOS, por el mismo precio (parezco el carrefú). Así que vuelta a la recepcionista a ver si la señorita Diaz ya ha terminado con el buscamin…, perdón, con la reunión. Así es. Sale la señorita Díaz y se produce el siguiente diálogo:

  • Señorita Díaz: ¿Qué puesto vienes buscando? (Afirma mientras pretende arrancarme de las manos la ficha verde).

    Candidato, o sea yo:
    El que me ofrecieron ustedes el viernes. (Intento parecer más amable, pero sigo sujetando mi ficha). Uno de maquetador.

    S.D: Tienes que rellenar estos apartados. (Manifiesta autoritaria mientras señala las cinco líneas chiquitas donde poner mi experiencia laboral. La señorita Diaz sigue intentando quitarme la ficha).

    C: ¿Por qué no me cuenta brevemente las condiciones del puesto? y, así, si no me interesa, ni usted ni yo perdemos más tiempo. (Yo también soy muy terco y no me va a quitar la ficha. Además, si tengo que seguir rellenando la maldita ficha, no entiendo por qué me la quiere quitar).

    S.D:
    Ese puesto está ya cubierto. Sin rellenar la ficha, además, no te podemos inscribir. (Y dale con tirar de la ficha).

    C: Yo no me quiero inscribir en nada, si el puesto está cubierto, lo menos que podía haber hecho usted es cancelar las entrevistas concertadas, y no hacerme perder el tiempo. (Yo tampoco suelto mi ficha. Y menos ahora que no tengo la menor intención de dejarle mis datos a esta adicta del buscaminas. Por fin consigo hacérsela soltar).

    S.D.:
    (Muy arisca, me recuerda a la señorita Rottenmeyer). Esa ficha no puede salir de aquí.

    C: Lo que no se van a quedar aquí son mis datos. (Y antes de darle tiempo a reaccionar, la tan deseada ficha verde ha quedado convertida en un montón de papelitos del tamaño de una moneda de dos uritos).

Algún día encontraré a alguien que sea capaz de explicarme el motivo de la avidez que tienen algunas etetés por acumular datos de personas. Me consta que, en ocasiones, anuncian trabajos expléndidos, a la par que inexistentes, con el único fin de recopilar los datos personales de curritos. Entre tanto, en lugar de buscar nuevos clientes a los que presentarles esos posibles curritos, juegan al buscaminas.

Nepión

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