20.10.05

Diarios del paro IV

Acaso Fígaro escribiera su célebre “vuelva usted mañana” tras regresar de una gestión infructuosa. Parece que cuando “la del 48” no estaba aún ni prevista, comenzaban a vislumbrarse problemas de diligencia para solucionar los que el ordenamiento de la vida en común ocasiona. Al releer, por mor de pasar el tiempo hogareño al que obliga el pertinaz desempleo que nos asola, las obras completas de D. Mariano, uno se imagina la España de 1830 en poder de malhumorados y grises funcionarios con visera y manguitos, cincuentones pelones con la lengua ennegrecida de tanto ensalivar las minas. Pienso las que pudiera pasar El Pobrecito Hablador al pedir, verbi gratia, una fe de vida o una sencilla partida de nacimiento.
Si la petición se hacía desde lugar distinto al del origen del peticionario, el propietario de la plaza de administrativo de primera con complemento de dedicación exclusiva y gratificación por jornada de turno partido, debía ponerse en contacto con la localidad natal del solicitante, enviar las diligencias pertinentes por medio de diligencia, confirmar la autenticidad de la respuesta recibida y entregarla al interesado debidamente cumplimentada y en orden a ser utilizada a los efectos oportunos. Con tanto trámite y leguas de viaje, a nadie le extrañaría que se dieran casos de fes de vida expedidas a nombre del velado a quien Dios acoja en su seno.
Un servidor, repleto de ingenuidad y de años (que no es cosa aquella, muy al contrario, que desaparezca con el tiempo), suponía que transcurrido siglo y medio del suicidio de Larra, embutidos como estamos en la era de Mr. Chip, la mera consulta en cualesquiera departamento de la administración (municipal, autonómica, estatal e, inclusive, supraestatal) sería cosa de unos pocos minutos. Pensaba que las mastodónticas inversiones en la modernización de las infraestructuras de gobierno de las que tanta alharaca hacen en vísperas electivas, se habrían convertido en facilidades para el ciudadano, ahorro de tiempo y economía de trámites. Mas no es así.
Descubro horrorizado que el caos burocrático alcanza niveles dignos de la mejor filmografía marxista (Una noche en la ópera, Sopa de ganso...). La más sencilla de las solicitudes ha de ser acompañada de aproximadamente por tropetecientos documentos anejos, amén de las consabidas fotocopias de las certificaciones más insospechadas.
El summum llega cuando en la Tesorería de la Seguridad Social me piden las copias debidamente selladas de los resguardos de los formularios Tc4/16 (o quien sabe qué otro puñetero número identificatorio), formularios que se supone me tendría que haber enviado la propia Tesorería hace unos seis u ocho meses y que jamás han llegado a mis manos. Como carezco de los mencionados Tc4/16, y por lo tanto, no los puedo presentar a quien me los tenía que haber mandado, me amenazan con no se qué terribles sanciones que pueden alcanzar hasta un máximo del 200% de las cantidades acumuladas. Cantidades que pudieran ser astronómicas, si supiera el importe impreso en el puto Tc4/16.
Prefiero volver para casa, endosarme un par de vasos de leches calientes para prevenir las gripes, antes que volver mañana y que me castiguen otra vez si no llevo el Bj45/1, esta vez por duplicado compulsado.
Nepión

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