Leo, actividad a la que últimamente dedico mucho más tiempo de lo que era habitual, que el teletrabajo es uno de los sectores que más ha crecido en lo (poco) que llevamos caminado de siglo. El teletrabajo no consiste en trabajar en la tele (aunque trabajar en la tele tambien vaya a ser un sector de amplio crecimiento que aunque no hago más que oir de nuevas licencias, cada vez que enciendo el parato sigo viendo la misma mierda de siempre, pero va a haber más, bastante más). El teletrabajo consiste en trabajar en casa. ¡Cómo si eso fuere una novedad! Anda que no hay oficios que se hacen o pueden hacer desde casa. El mio, sin ir más lejos. La mayor parte de los freelances trabajamos en casa. Y muchos abogados. Y médicos. Y asesores fiscales. Y notarios. Y labradores. Que muchos labradores trabajan en casa. Si no exactamente dentro de casa, sí en sus tierras que están próximas, muy próximas. Apenas a la distancia de una o dos voces. Eso también es trabajar en casa. Como quien tiene una pequeña granja. También trabaja en casa. Y arquitectos. Y psiquiatras. Y psicólogos. Y muchos profesores particulares. Y los artesanos. Y los dibujantes. Y muchas meretrices, de cliente fijo o eventuales.
Complicado se nos pone a quienes unimos nuestra condición de teletrabajadores la de fumadores. A partir de enero, con eso de no poder fumar en el centro de trabajo ¿qué hago? Cada vez que me quiera encender un cigarro ¿me voy a la cocina? ¿Aviso a la inspección de trabajo que en mi idem se fuma? ¿me pongo una multa? No es que tenga especial interés en saltarme las leyes, pero, ante la duda, me temo que a partir de enero, voy a dejar de trabajar.
Nepión
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