26.10.05

La gripe de los pollos

Andamos desasosegados por el pollo. No por su incesante subida de precios, que también, sino, sobre todo, por sus posibles catarros, enfriamientos, carrasperas, altas fiebres, dolor de alas o cualesquiera otros síntomas que hagan presagiar del ave su posible infección por el maldito H5N1 que es como se llama el virus de nuestros temores. Mas, aunque no debe cesar una más que especial atención y vigilancia sobre el pobre pobre pollode destino alimentario, dicha vigilancia no debe someterse sólo a las gallináceas. Confío, más bien quiero confiar, en que las autoridades sanitarias (esas que advierten de lo malo que es el tabaco) estén poniendo todos sus sentidos y medidas para evitar que un solo H5, sea cual sea su apellido, pueda traspasar nuestras fronteras como si fuese un inmigrante ilegal. Una parte de mi desasosiego se aplaca al leer, día sí, día también, las variadas medidas que las diversas autoridades van adoptando (u ordenando que se adopten, cosa que no es lo mismo, pero es un principio). Entre ellas, el que todas las explotaciones avícolas hayan de estar bajo techado. Dicen que así se evita que, un suponer, una bandada de chorlitos, colimbos, vencejos o grullas, cansadas de su largo periplo, se tomen la Granja “El Pollo Gordo” como si fuera un área de descanso de la E-35 donde poder descargar las vejigas y tomar un tentempié (ya sé que los pájaros no miccionan, es una licencia poética). Puesto que si entre las recien llegadas hubiera alguna portadora del “malage”, todos los miembros de “El Pollo Gordo” podrían verse contagiados.
Idem de lo mismo ocurre con las especies pajariles de los parques zoológicos. Mas, en su caso, en lugar de ponerlas bajo techado, se ha ordenado proceder a su inmediata vacunación con el objeto de que no se conviertan en portadoras del maligno.
Ayer cuando bajé a comprar la prensa -deformación profesional- me tope en una plaza con la sempiterna abuelilla que, llenando una acera de granos de trigo, estaba prácticamente cubierta de decenas de ejemplares de columba livia, nombre que los científicos han decidido otorgar a esas ratas del aire de nuestras ciudades: las palomas.
¿Qué coño van a hacer con las palomas? Es que, acaso, no pueden convertirse en transmisoras del peligrosísimo H5N1. ¿No pudiera ocurrir que un somormujo trashumante, fatigado por una larga jornada migratoria, decidiera aparcar sus plumas junto a sus primas moradoras en Cibeles, junto a Nuestra Señora de las Cartas (antiguo Palacio de Correos), o prefiriera descabezar un sueñecito junto a la catedral de Santa Eulalia en la Ciudad Condal? ¿Son las palomas inmunes a los diversos tipos de haches?Para mí que sería un buen momento para, de una sola tacada, hacer desaparecer a las ratas del aire.
Nepión

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