Mi amiga Elena está sin trabajo. Miento... A mi amiga Elena le sobra el trabajo. Lo que no tiene es un salario digno, Seguridad Social ni descuentos de IRPF porque mi amiga Elena trabaja en la economía sumergida. Y como eso de andar todo el santo día nadando sin poder guardar la ropa no es precisamente de las situaciones más agradables que se pueden vivir, mi amiga Elena llama a cuantas ofertas de trabajo caen en sus manos.
Hace unas semanas, vio un anuncio en la prensa de color salmón en el que solicitaban una "telefonista de voz sensual". Mi amiga Elena no es tonta, y desde el primer momento sabía que un anuncio redactado en esos términos solo podía ser o bien de una línea erótica, o bien para recepcionista de un 'centro de masajes' (lo que antiguamente conocíamos como prostíbulos, lupanares o casas de putas).
Harta ya de estar harta de esperar que cambie la suerte, mi amiga Elena se decidió a responder el anuncio y fue citada para el martes a las cinco. Allí se encontró con que la intuición del primer momento no le había fallado y que, efectivamente, el trabajo era el de recibir las llamadas de los clientes de una mancebía que se camufla bajo la apariencia de un centro de relajación y terapias corporales.
Las condiciones del empleo ofrecido, caso de resultar seleccionada, consistían en treinta y cinco horas semanales, alta en la Seguridad Social, sueldo fijo mas comisiones y pluses por nocturnidad o fin de semana, dependiendo del horario que le fuese asignado.
Tras someterse a una prueba para comprobar la sensualidad de su voz (me consta que la voz de mi amiga Elena es sensual como pocas) tuvo que pasar por una segunda entrevista, en esta ocasión con el gerente del prostíbulo quien le propuso, no ya que se hiciera cargo del teléfono por unas casi 2.000 euros limpios de polvo, paja e impuestos al mes, sino que, además, cabía la posibilidad de cuadruplicar esa cifra si en lugar de limitarse al teléfono, atendía personalmente a los clientes. "Aunque no tienes por que contestar de inmediato, primero tendrías que hacer el curso de preparación".
Mi amiga Elena se lo ha pensado y ha decidido hacer el curso. No sólo por lo que pueda aprender en él (el saber, máxime si es útil, no ocupa lugar). Sobre todo va a hacer el curso para ponerlo en el curriculum, junto a inútiles e innumerables cursos de informática o idiomas, destacado en negrita: Curso General de Prostitución por la Academia de Madame Claude.
Está convencida que cuando mande una nueva remesa de currículos, nunca jamás le va a faltar trabajo. Ni sueldo.
Hace unas semanas, vio un anuncio en la prensa de color salmón en el que solicitaban una "telefonista de voz sensual". Mi amiga Elena no es tonta, y desde el primer momento sabía que un anuncio redactado en esos términos solo podía ser o bien de una línea erótica, o bien para recepcionista de un 'centro de masajes' (lo que antiguamente conocíamos como prostíbulos, lupanares o casas de putas).
Harta ya de estar harta de esperar que cambie la suerte, mi amiga Elena se decidió a responder el anuncio y fue citada para el martes a las cinco. Allí se encontró con que la intuición del primer momento no le había fallado y que, efectivamente, el trabajo era el de recibir las llamadas de los clientes de una mancebía que se camufla bajo la apariencia de un centro de relajación y terapias corporales.
Las condiciones del empleo ofrecido, caso de resultar seleccionada, consistían en treinta y cinco horas semanales, alta en la Seguridad Social, sueldo fijo mas comisiones y pluses por nocturnidad o fin de semana, dependiendo del horario que le fuese asignado.
Tras someterse a una prueba para comprobar la sensualidad de su voz (me consta que la voz de mi amiga Elena es sensual como pocas) tuvo que pasar por una segunda entrevista, en esta ocasión con el gerente del prostíbulo quien le propuso, no ya que se hiciera cargo del teléfono por unas casi 2.000 euros limpios de polvo, paja e impuestos al mes, sino que, además, cabía la posibilidad de cuadruplicar esa cifra si en lugar de limitarse al teléfono, atendía personalmente a los clientes. "Aunque no tienes por que contestar de inmediato, primero tendrías que hacer el curso de preparación".
Mi amiga Elena se lo ha pensado y ha decidido hacer el curso. No sólo por lo que pueda aprender en él (el saber, máxime si es útil, no ocupa lugar). Sobre todo va a hacer el curso para ponerlo en el curriculum, junto a inútiles e innumerables cursos de informática o idiomas, destacado en negrita: Curso General de Prostitución por la Academia de Madame Claude.
Está convencida que cuando mande una nueva remesa de currículos, nunca jamás le va a faltar trabajo. Ni sueldo.
Nepión
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